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El agua contaminada que consumen 35,000 habitantes de Arboleda Campestre y el silencio del IBAL

El problema se remonta a la entrega de la planta de agua durante la administración del exalcalde Andrés Fabián Hurtado, donde la actual gerente del IBAL, Erika Palma, también estuvo involucrada.

Edna Castro, líder de la Arboleda Campestre de Ibagué señaló que la crisis de agua que afecta a miles de habitantes de la zona, desmintiendo las afirmaciones del IBAL sobre la supuesta potabilidad del suministro. “El IBAL miente cuando dice que el agua es potable. La planta de tratamiento no cumple con los parámetros sanitarios. Lo que estamos tomando es agua contaminada”, denunció Castro.

El problema se remonta a la entrega de la planta de agua durante la administración del exalcalde Andrés Fabián Hurtado, donde la actual gerente del IBAL, Erika Palma, también estuvo involucrada. Según Castro, dicha obra fue presentada como ‘la solución’, a los problemas de suministro del líquido a la comunidad, pero la realidad es que, la situación sigue siendo crítica.

Nosotros hemos demostrado con argumentos y estudios realizados con laboratorios certificados que el agua no cumple con la normativa. Es industrialmente y químicamente insegura. No entendemos cómo pretenden que una planta de tratamiento incapaz de eliminar estos contaminantes sea una solución a largo plazo”, señaló, enfatizando que no solo el agua está contaminada, sino que también ha habido presencia de animales en descomposición en los canales por donde circula el líquido.

El problema de agua en Arboleda Campestre no es solo de cantidad, sino también de calidad. Son 35,000 habitantes los que enfrentan una crisis que afecta gravemente su salud y bienestar. “La constructora sigue vendiendo proyectos con el respaldo de la Alcaldía, mientras el agua que nos llega es pésima. En el conjunto Yarumo, por ejemplo, llevan días sin agua, pero la gerente del IBAL asegura que tenemos servicio 24/7”. 

El agua que llega a las viviendas proviene del distrito de riego Asocombeima, pero lo alarmante, según Castro, es que la misma cae por canales donde han encontrado restos de alcantarillas y otros contaminantes. “Las aguas residuales tratadas en la ciudad apenas alcanzan el 83%, el resto va a parar a las fuentes hídricas y, de ahí, llegan a nuestras casas. Estamos pagando altas tarifas por un agua que no es apta para el consumo humano”, dijo la líder comunitaria.

A pesar de las denuncias y los llamados a las autoridades, los problemas persisten. La comunidad ha recurrido a la Superintendencia de Servicios Públicos y la Personería, pero las respuestas han sido escasas. Los líderes de otros barrios afectados como San Martín, Picaleña y Las Américas comparten la misma frustración, mientras el IBAL sigue sin ofrecer soluciones claras.

Castro concluyó afirmado: “Nos sentimos olvidados. Solo existimos para que nos cobren, pero no para que nos atiendan. Y los que no tienen recursos suficientes, se ven obligados a consumir agua contaminada”.

Esta es la realidad de una comunidad que, lejos de las promesas de potabilidad y mejora del servicio, se enfrenta a una crisis de salud pública que el IBAL ha preferido ignorar.

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