
El asfalto milagroso de junio de la carrera Quinta y los desfiles
Por: Jose Baruth Tafur Gutiérrez. Abogado- Especialista, Universidad Externado. Maestrante en Comunicación Política, Universidad Externado.
Advertencia: los comentarios aquí expresados son de exclusiva responsabilidad de su autor y en nada compromete a este medio de comunicación.
¿Será que las máquinas de asfalto en Ibagué solo despiertan con el olor del aguardiente en el aire? ¿O es pura coincidencia que justo ahora, a escasos días del Festival Folclórico, las cuadrillas de obreros aparezcan parchando las calles de la carrera Quinta, como quien maquilla una herida antes de la foto familiar? ¿Será planificación o maquillaje de emergencia? ¿Y entonces los eventos en las piscinas olímpicas de la calle 42 también hacen parte del show?
Porque uno ve cómo las obras aparecen en puntos clave, donde justo pasarán los desfiles, las comparsas y, por supuesto, los celulares encendidos para grabar el supuesto ‘avance’. ¿Y si no fuera por las fiestas, habrían siquiera encendido las volquetas? Es más, ¿tal vez, tratando de ocultar la inoperancia, presunta corrupción y desidia, enviaron las actividades folclóricas a la calle 42 con la finalidad de tapar la destruida concha acústica?
¡Es solo una inquietud!. No lo estamos afirmando, claro que no. Apenas preguntamos, como cualquier ciudadano que ve la misma película cada año: calles que se olvidan por meses y se ‘resucitan’, justo cuando hay turismo, lente y jolgorio.
Pero no todo es fiesta. En medio de tanto tambor y comparsa, también hay ruidos más oscuros. En un país donde la violencia y el miedo cada vez inquietan más a la ciudadanía, no deja de llamar la atención que un concejal, sí, el mismo que usa sombrero, reparte bananos en el Concejo y mueve maquinaria en zona rural generando afectaciones a los vecinos, quienes han denunciado en varias ocasiones la remoción de tierra sin el visto bueno, al parecer, de las entidades ambientales para ampliar su vivienda, ahora, en plena crisis de seguridad, denuncia amenazas en su contra. Algo gravísimo, que deberán determinar las autoridades competentes de manera rápida y oportuna.
Por ello, y debido a la situación en materia de seguridad del país, es necesario llegar al fondo y brindar todas las herramientas del Estado para el esclarecimiento de dicha denuncia. Lo que sí está claro, de igual manera para todos los ciudadanos, es que el Código Penal Colombiano, en su artículo 435, contempla sanciones para quien incurra en falsa denuncia. Y en un país tan golpeado por la violencia, banalizar una amenaza no solo es irresponsable: puede ser peligroso.
Por eso, más allá de sombreros, bananos o protagonismos, es imperioso que las autoridades investiguen a fondo, garanticen la seguridad y aclaren los hechos. Solo así se protege no solo a una persona, sino a toda la ciudadanía. Por ello, con el mayor cariño, extiendo mi solidaridad y mi labor profesional para acompañar en cada procedimiento.
Por todo lo expuesto, y en un país en el que queremos ser garantes de los recursos públicos que son de todos, surgen inquietudes como: ¿se puede opinar y/o denunciar las presuntas irregularidades en el manejo de los recursos públicos en Ibagué? ¿Criticar se convirtió en un deporte extremo? ¿Qué tan incómodo es decir que la ciudad no necesita solo eventos?
