
La farsa de la ‘obra del siglo’: el Acueducto Complementario de Ibagué, un monumento al despilfarro
La planta de tratamiento presenta graves afectaciones en el tema de fluido eléctrico.
Lo que el gobierno de la alcaldesa Johana Aranda presentó con orgullo como la “obra del siglo” se ha convertido en un fiasco monumental. La segunda fase del Acueducto Complementario de Ibagué, inaugurada el pasado 15 de octubre con bombos y platillos, no solo carece de funcionalidad plena, sino que revela graves irregularidades en su diseño y operación, así lo denunciaron en exclusiva a Conlaverdad.com funcionarios de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado IBAL, que hacen parte de los sindicatos que están ‘arrodillados’ a la gerente de la empresa Erika Palma, pero no se aguantaron más la situación.
Una inauguración con más espectáculo que sustancia
La Planta de Tratamiento de Agua Potable de Boquerón, pieza clave de este proyecto, fue presentada como la solución definitiva para garantizar el suministro de agua a más de 60.000 habitantes del sur de la ciudad y fortalecer la zona industrial de Picaleña. Sin embargo, los quejosos quienes pidieron anonimato por temor a represalias como ser expulsados de los sindicatos del IBAL y además ser perseguidos por la gerente aseguraron, que la planta nunca ha operado a su capacidad diseñada.
Aunque el proyecto prometía procesar más de 100 litros por segundo, ampliables a 170, la realidad es que apenas se alcanzaron a tratar 27 litros antes que la planta quedara completamente sin operación aproximadamente hace 20 días por falta de fluido eléctrico, desagües incompletos, problemas que se le atribuyen al contratistas y a una pésima planeación.
Cifras millonarias, resultados mediocres
La obra, que costó más de 250 mil millones de pesos, no solo no genera ingresos para el IBAL, sino que representa un gasto constante. Solo la nómina destinada a operar una planta inactiva supera los 30 millones de pesos mensuales.
Además, las redes de conducción de agua desde Cocora hasta La Pola han presentado múltiples fallas, pese a que apenas soportan un tercio de la capacidad para la que fueron diseñadas.
Además los inconformes aseguraron que los materiales utilizados, incluyendo accesorios y ventosas, son inadecuados o están en mal estado.
Un impacto nulo para la ciudad
Más allá de las fallas técnicas, la población de Ibagué no ha visto mejoras en el servicio. Comunas como El Salado y la Ciudadela Simón Bolívar siguen enfrentando cortes de agua de hasta 19 horas al día. La continuidad prometida por la alcaldesa Johana Aranda y Erika Palma brilla por su ausencia, y los protocolos de distribución siguen siendo los mismos que antes de la inauguración.
¿Dónde están los controles?
La falta de transparencia también se extiende al manejo del agua suministrada a los acueductos comunitarios. Hasta ahora, el IBAL no ha definido cómo se cobrarán estos servicios, lo que representa un detrimento patrimonial para la empresa.
¿Responsabilidades diluidas?
Mientras la gerente del IBAL, Erika Palma, insiste en que la empresa está “fortalecida”, los hechos contradicen sus palabras. Miembros de los sindicatos denunciaron que quienes se atreven a señalar estas irregularidades enfrentan represalias. El costo político de este desastre debería recaer sobre quienes, como Johana Aranda, promovieron este proyecto como un éxito rotundo, pero hasta ahora solo ha demostrado ser un monumento al despilfarro, a la decidía y la ineficiencia.