Un corto circuito sería la causa de la peor tragedia estructural que ha sacudido a Ibagué en décadas
A pesar de la pronta respuesta, el fuego se había desatado con tal ferocidad que, para cuando los bomberos arribaron al sitio, la conflagración ya había comenzado a extender sus mortales tentáculos hacia la calle 19.
Conlaverdad.com conoció en primicia detalles hasta ahora inéditos de la mayor tragedia estructural que sacudió a Ibagué el pasado fin de semana.
El rugir de las llamas quebrantó la tranquila tarde del 16 de mayo de 2024, en el corazón de Ibagué. Un incendio feroz, avivado por materiales altamente combustibles y vientos traicioneros, se desató con una violencia desmedida, dejando una estela de destrucción que cubrió varias manzanas de la ciudad.
La odisea empezó a la 1:35 p.m. cuando las primeras llamadas de emergencia comenzaron a inundar las líneas del Cuerpo de Bomberos. En cuestión de segundos, desde la Estación Centro, la unidad con mayor capacidad de agua, capaz de contener hasta 3,300 galones, ya estaba en camino hacia el infierno que se gestaba en un taller de la carrera Quinta.
A pesar de la pronta respuesta, el fuego se había desatado con tal ferocidad que, para cuando los bomberos arribaron al sitio, la conflagración ya había comenzado a extender sus mortales tentáculos hacia la calle 19.
El Capitán Rafael Rico, comandante del Cuerpo de Bomberos de Ibagué, relató en entrevista exclusiva a este medio, cómo la situación se tornó crítica en cuestión de minutos. «El incendio posiblemente inició justo a la hora del almuerzo, cuando el taller estaba vacío. El material inflamable presente como tarros de pinturas, solventes, abundante madera propició que las llamas se propagaran rápidamente, y en solo dos minutos el fuego ya se había extendido hacia la carrera Cuarta», explicó el capitan Rico.
La intervención rápida del Capitán Parra y el despliegue de una máquina del Cuerpo de Bomberos Voluntarios logró salvar un único local en la zona, evitando que el fuego lo consumiera por completo. Sin embargo, los factores en contra eran abrumadores: los vientos fuertes, el tipo de materiales combustibles y la estructura del lugar un corredor de tablas que conectaba la Quinta con la Cuarta, rodeado de vegetación formaron un cóctel mortal que facilitó la propagación de las llamas.
Cuando se le preguntó al Capitán Rico sobre las denuncias sobre el por qué los carros de bomberos no llevaban agua suficiente y la supuesta demora en la respuesta, el comandante fue dijo: «Es inconcebible que se diga eso. Todos nuestros vehículos salen con el tanque lleno, siempre. En una emergencia de esta magnitud, donde se utilizaron más de siete millones de galones de agua, es natural que los carros deban recargar varias veces. Nuestras máquinas tienen la capacidad de descargar hasta 1,500 galones por minuto. Bajo esas circunstancias, es normal que un camión se quede sin agua en menos de tres minutos si no se maneja bien el caudal”.
El incendio no solo puso a prueba la capacidad de respuesta del Cuerpo de Bomberos, sino también la preparación general de la ciudad para enfrentar catástrofes de esta magnitud. Rico enfatizó que, aunque la respuesta fue efectiva, Ibagué necesita trabajar más en la prevención de incendios.
«Ibagué somos todos. La responsabilidad no es solo de los organismos de socorro, sino también de la comunidad, las empresas y los comercios. No basta con tener un extintor; es crucial contar con sistemas hidráulicos y automáticos de protección contra incendios. La prevención es una tarea compartida”.
Mientras las cenizas se enfrían y el humo se disipa, Ibagué queda con una lección dolorosa pero necesaria. La tragedia de aquel viernes negro no solo destruyó bienes materiales, sino que también despertó una urgente necesidad de reforzar la cultura de prevención y protección en la ciudad.